El reloj marcaba las 12:15 del mediodía en la clínica de Planned
Parenthood a la que Jane acudió aquel martes de 2015 en el estado de
Indiana, cuando tuvo la confirmación del embarazo.
La sensación era la de haber perdido el equilibrio, de que el piso
bajo sus pies se movía como en un gran terremoto al que ella, a sus
21 años, había sido sometida.
Viajar desde tan lejos en un autobús y caminar otro kilómetro y
medio para llegar al lugar, no era en vano: quería tomar las riendas
de su vida y decidir.
¿Qué será de mí de acá en adelante? ¿Seré madre a los 21 años?
¿Dejaré la carrera que estoy por terminar y encararé la
responsabilidad de criar a un niño que no concebí sola? Algunas de
las preguntas que se hacía Jane retumbaban en su cabeza una y otra
vez, como dudas existenciales. Las respuestas eran infinitas,
frenéticas, como las que son posibles en la mente de una persona en
sus tempranos veinte.
Sin embargo, no quedaba tiempo. Había que pensar en las opciones
prácticas en caso de que ella optara por no llevar a término el
embarazo. Fue la voz de la doctora la que sonó como un mantra
tranquilizador en el estado de desolación en el que se encontraba,
totalmente sola, en una clínica de planificación familiar:
Existen varios caminos. Tienes la opción de llevar adelante el
embarazo y puedes dar el bebé en adopción. O puedes optar por la
interrupción de manera segura, ya que te encuentras en la sexta
semana de gestación. Tienes hasta la octava para interrumpirlo,
puedes hacerlo con pastillas.
Tras esas palabras que hicieron eco en la sala, el corazón de Jane
volvió a latir a su ritmo normal: tenía alternativas, podía evaluar
posibilidades. Sabía que no era el momento para ser madre y estaba
contenta porque, pese a que Indiana fuese un estado conservador
políticamente, su decisión de abortar estaba amparada bajo una
prerrogativa: Roe vs. Wade.
Luego de decidirlo, fue hasta una clínica donde recibió orientación
para solicitar ayuda financiera de un fondo, ya que con sus ingresos
de estudiante no llegaba a los 600 dólares que necesitaba para
acceder al procedimiento. Aún en un contexto de legalidad, Jane pudo
sentir las piedras que el gobierno le ponía en el camino a quienes
trataban de ejercer su derecho: entre ellas, tener que hacer varias
visitas a la clínica para algo que podía ser resuelto en un solo
día.
El invierno en Indiana sabe ser riguroso, con temperaturas que bajan
a los seis grados negativos y cantidades generosas de nieve que se
depositan sobre las calles. En una de las tantas veces que Jane tuvo
que volver a la clínica, fue para hacerse un ultrasonido, algo
exigido en el protocolo que tienen que seguir los centros de salud
que hacen el acompañamiento del aborto en el estado. En el proceso,
fue obligada a ver las imágenes de su incipiente embarazo, unos
borrones de los cuales podía distinguir poco y nada, para luego
proceder a una ecografía transvaginal con el objetivo de chequear
con precisión el estado del feto. Esta instancia, para Jane, fue
sumamente innecesaria. El embarazo estaba confirmado y ella ya lo
sabía.
En aquel momento, Jane se sintió violada en el derecho sobre el cual
Roe vs. Wade justamente se apoyó: su privacidad.
Antes de firmar una declaración al estado de Indiana diciendo que
estaba segura de los riesgos que implicaba su decisión, ella tuvo
que observar los borrones de sus ecografías que las enfermeras le
habían impreso. Todo un baile conducido bajo la intención de
llevarla a un lugar de arrepentimiento y desistencia. Pero no les
concedió esta danza: con la ayuda del misoprostol y bajo la
supervisión de los profesionales de la clínica, interrumpió un
embarazo y un tabú por primera vez.
Ella todavía no sabía, pero, con esta decisión, acababa de parir una
militante por los derechos reproductivos que hasta el día de hoy
lucha para visibilizar y normalizar historias como la suya.
El Sur, siempre un punto de inflexión
La batalla jurídica de Roe contra Wade es un caso de Texas. En 1971,
Norma McCorvey, conocida en los documentos judiciales como Jane Roe,
presentó una demanda contra Henry Wade, el fiscal de distrito del
condado de Dallas, por haber hecho uso de una ley de Texas que
prohibía el aborto excepto para salvar la vida de la mujer. Ya en
enero de 1973 la Corte Suprema votó por la legalidad del derecho a
abortar bajo la Decimocuarta Enmienda a la Constitución en una
votación de 7 a 2.
Desde entonces, se pasó a entender que el derecho al aborto estaba
incluido en el derecho a la privacidad, reconocido en Griswold vs.
Connecticut y protegido por la Decimocuarta Enmienda. La decisión
otorgó a las gestantes el derecho a abortar durante todo el embarazo
y definió diferentes niveles de interés estatal para regular el
aborto en el segundo y tercer trimestre.
El caso particular de Texas
Texas es parte del conjunto de estados llamados “rojos”: aquellos en
los cuales el Partido Republicano tiene ventaja y ha ganado la
mayoría de las disputas electorales. Desde 1995, cuando George
W.Bush fue electo, el gobierno de Texas está en manos de los
republicanos. La última vez que un candidato a la presidencia por el
Partido Demócrata obtuvo mayoría de los votos allí fue en 1976,
cuando Jimmy Carter ganó frente a Gerald Ford. Desde entonces, el
estado es conocido como un bastión del conservadurismo.
Pues, estas mismas tierras del sur que en algún momento fertilizaron
la libertad a elegir de las estadounidenses, fueron también el lugar
que ni siquiera debió esperar a la derogación del fallo para hacerle
la poda a los derechos de las gestantes. En septiembre de 2021
empezó a regir en Texas una ley llamada “Heartbeat Bill.
La normativa prohíbe la interrupción del embarazo a partir de la
sexta semana de gestación o cuando fuese posible escuchar los
latidos del corazón del feto recién formado. Entre los detalles de
la ley, se encuentra la criminalización de cualquiera que fuese
denunciado por auxiliar a alguien a abortar, ya sea a través de
ayuda clínica, proveyendo pastillas o, incluso, transportando a la
persona gestante a otro estado donde pudiera realizarse la
interrupción del embarazo. Además, quienes hiciesen la denuncia
podían recibir una gran recompensa de hasta 10 mil dólares. La única
excepción de la aplicación de esta normativa sería en caso de riesgo
para la salud física de la persona gestante.
Esto sucedió casi un año antes de que se cayera Roe vs. Wade.
La nueva Corte Suprema, un camino hacia la caída de Roe Vs. Wade
Ruth Bather Ginsbourgh fue la primera mujer en ocupar una de las
sillas de la Corte Suprema de Estados Unidos en 1993, mismo año en
que el fallo legal que protegía el aborto en Estados Unidos cumplía
20 años.
Ella era una ferviente defensora del derecho a decidir de las
mujeres y personas gestantes. Desde una perspectiva legal, cuando
murió, el 18 de septiembre de 2020, fue el principio del fin de los
derechos sexuales y reproductivos en Estados Unidos.
Por aquel entonces, el presidente de turno era Donald J. Trump,
quien ya había nombrado otros dos jueces conservadores a la Corte
Suprema -Neil Gorsuch en 2017 y Brett Kavanaugh en 2018-, y ahora tenía la oportunidad de imponer un tercer nombre.
Trump dejó de manifiesto su posición en relación al aborto en
diversas oportunidades y fue el primer presidente estadounidense en
participar en persona de la Marcha por la Vida (March for Life) en
marzo de 2020.
Allí, afirmó, según el New York Times: “Los niños por nacer nunca
han tenido un defensor más fuerte en la Casa Blanca”.
Cuando el nombre de Amy Coney Barret surgió para integrar la Corte
de su boca por primera vez -una madre de 8 hijos, católica fervorosa
y abiertamente "provida"-, el mensaje quedó claro: los conservadores
iban a cargar con fuerza para dinamitar los derechos reproductivos y
la privacidad de las norteamericanas.
“Hay mucho en juego para nuestro país”, dijo Trump durante la
presentación de Barret para integrar la Corte Suprema el septiembre
de 2020. "Los fallos que emitirá la Corte Suprema en los próximos
años decidirán la supervivencia de nuestra Segunda Enmienda, nuestra
libertad religiosa, nuestra seguridad pública y mucho más. Para
mantener la seguridad, la libertad y la prosperidad, debemos
conservar nuestra herencia y no hay nadie mejor para hacerlo que Amy
Coney Barrett", anunció.
Pese a que se creía que el acceso al aborto en Estados Unidos era un
derecho consolidado, el camino para su derogación había empezado un
año antes. A la HeartBeat Bill de Texas se le sumaría una nueva
pieza: el caso
Dobbs vs. Jackson Women 's Health Organization de Mississippi
(2021).
Allí, un tribunal federal de apelaciones falló contra el estado que
prohibía la mayoría de los abortos luego de la semana 15. ¿El
argumento? No se podía ir en contra de los estándares establecidos
en Roe vs. Wade (1973) y Planned Parenthood vs. Casey (1992).
Sin embargo, el 22 de julio de 2021, la procuradora general de
Mississippi, Lynn Fitch, llamó a la Corte Suprema a invalidar ambos
precedentes con el objetivo de mantener legal la disposición del
estado sobre el cuerpo de sus ciudadanas.
En mayo de 2022, se filtró el borrador de la decisión de la Corte
Suprema sobre el pedido de Lynn Fitch, a través de la publicación
del medio
Político. Allí se anticipaba la decisión oficial del 24 de junio de 2022:
Roe vs. Wade fue derogado por 5 votos a 4, de una cámara de nueve
jueces, de los cuales seis eran conservadores y tres liberales.
Abortar en un país sin ley
En julio de 2022, pasados apenas unos días de la derogación, Jane,
que se había mudado nuevamente a Texas, su tierra natal, descubrió
que estaba embarazada otra vez. “No lo puedo entender. Esto no puede
estar pasando”, se repetía a sí misma.
Su contexto, esta vez, era diferente: tenía 29 años, acababa de
concluir una maestría y estaba al frente de la comunicación de la
organización no gubernamental en donde trabajaba.
Ella es parte de una organización llamada
We Testify,
que reúne testimonios de personas que llevaron a cabo la
interrupción de su embarazo. A través de las historias, tratan de
visibilizar y naturalizar el procedimiento, generando empatía e
identificación con esas voces: “Aunque muchas organizaciones y
personas dicen que apoyan el acceso al aborto, sabemos que en la
sociedad estadounidense existe mucho estigma contra él. La gente se
siente incómoda cuando hablamos de nuestras experiencias reales,
cuando hablamos de la experiencia de abortar", dice Jane, al
explicar el propósito con que se creó el proyecto, que existe desde
antes de la derogación.
Una vez más, le tocaba vivirlo en primera persona. Se estaba
cuidando con anticonceptivos, al mismo tiempo que tomaba una
medicación fuerte para controlar un problema de salud que le
afectaba el ciclo fértil. Los médicos habían sido muy claros con
Jane: “No puedes quedarte embarazada. Este medicamento te afecta el
calendario hormonal, es riesgoso. Cuídate”. Sin embargo, no contaba
con que los antibióticos suministrados para controlar otra molestia
de salud anulaban el efecto de las pastillas y que podía,
nuevamente, quedar embarazada.
"En esa etapa de mi vida capaz sea hora de dar continuidad a este
embarazo", pensó en un primer momento. La combinación entre el
riesgo y sus dudas constantes sobre el deseo de ser madre le
retrotrajeron a sus 21 años, cuando ella entendió que, si no hay un
100% de seguridad, es porque la respuesta es clara: iba a abortar.
Pero, pasadas las horas, la desesperación por el nuevo panorama se
acrecentaba: sin Roe vs. Wade, se sentía desamparada. No podía ir a
una clínica ni pedir ayuda: “Nadie se puede enterar de este
embarazo. Si decido interrumpirlo, podría ir presa". El miedo, esta
vez, tenía que ver con sentirse sola. Su única alternativa era
contar con lo que ella misma trabajaba para difundir, las
experiencias de otras mujeres.
Juntó las fuerzas que tenía para buscar el contacto de la única
clínica de Planned Parenthood que seguía funcionando en San Antonio,
en Texas.
- Necesito agendar una visita para unos chequeos-, pidió Jane a la
voz que la atendió del otro lado.
-Lo siento, pero no estamos tomando turnos. Tendrás que llamar a la
sucursal de Nuevo México. Allá sí, quizás te podrían ayudar-, le
respondieron.
Nuevo México estaba a ocho horas de distancia de donde vivía Jane.
Ya con náuseas y malestares típicos de la condición, no quería
viajar. Necesitaba conseguir misoprostol, la pastilla abortiva, pero
no tenía claro dónde. El misoprostol es un medicamento que se puede
comprar legalmente sin receta en farmacias de algunos países
centroamericanos. Pero, en los EE. UU., es ilegal administrar la
droga fuera de ciertas clínicas médicas.
Se contactó con una amiga mexicana, quien iba seguido a México a
comprar medicinas. Pero la respuesta fue negativa: "A veces iba a
las farmacias a comprar un poco de misoprostol para tener en la casa
por prevención. Pero, para aquel entonces, no las tenía", cuenta.
Según el diario
The Texas Tribune, es bastante común para los texanos cruzar a México para comprar
medicamentos a un mejor precio en farmacias, algunos regulados y
otros no. Situadas a una corta distancia a pie, al otro lado de la
frontera, los habitantes del Valle del Río Grande y otras partes del
estado atraviesan al país vecino para obtener servicios de cuidado
dental o comprar todo tipo de fármacos, incluyendo vitaminas,
sedantes y, también, misoprostol.
Aunque la amiga mexicana de Jane no disponía de las pastillas
abortivas, ella la ayudó a encontrar a alguien más que sí las tenía.
"Pero yo no estoy muy segura sobre su proceso, si es una
organización o una red de personas que, localmente, se enfocan en
eso", aclara.
Para ese entonces, solo sabía una cosa: quería evitar viajar sola.
Ser hija de mexicanos le permitió tener contacto con la comunidad
latina de Texas, por lo que, finalmente, pudo obtenerlas: "Mi
comunidad pudo responderme y ayudarme a localizar la medicina, las
pastillas, sin tener que salir del estado", relata.
Texas regula los medicamentos que inducen al aborto, como el
misoprostol, de manera más estricta que las regulaciones federales
aun antes del la caída de Roe vs. Wade. Solo puede ser
recetado por un doctor en persona
durante las primeras seis semanas de embarazo.
El misoprostol es un medicamento utilizado originalmente para
prevenir las úlceras estomacales, que tuvo su uso adaptado para
interrumpir embarazos.
Con fines abortivos, las pastillas pueden ser administradas por vía
oral o intravaginal, siendo la segunda la más efectiva,
según estudios. Recomiendan que sea utilizada en conjunto con la mifepristona,
entre 24 y 48 horas después, para detener el desarrollo del
embarazo.
En posesión de las pastillas, en casa, sola, dio inicio al
procedimiento. Sin contar con la mifepristona, Jane optó por hacer
uso de la misma de forma intravaginal. Introdujo la medicación y se
acostó a esperar a que hiciera efecto.
Estaba tan asustada por el clima incierto que reinaba en el aire
debido a la ilegalidad del aborto en el país, que, por más que
contara con la información suficiente, no se animó a buscar asesoría
en
Women Help Women. La organización se dedica a asesorar a mujeres y personas
gestantes estadounidenses para interrumpir sus embarazos con
medicamentos abortivos obtenidos por fuera del entorno médico.
Susan Yanow es parte de esta asociación. El proyecto, lanzado en
2017, ya había detectado que muchas mujeres estadounidenses estaban
tomando algunas alternativas por sus propios medios para realizarse
un aborto en Estados Unidos.
El estudio, basado en una encuestade 2017, es lo más reciente sobre el tema. En ella, se entrevistó a
7.022 mujeres, de las cuales 1,4 % informó haber intentado alguna
vez interrumpir un embarazo por su cuenta. La mayoría de estas
personas informaron haber usado otras medicinas o sustancias
distintas al misoprostol, y solo el 28% interrumpió con éxito el
embarazo.
"No creo que haya una diferencia en la práctica desde la
derogación", opina Yanow. "Creo que muchas personas tuvieron el
privilegio de no tener que prestar atención y simplemente asumieron
que el aborto siempre estaría disponible", aclara, quien también
forma parte de la historia de los derechos reproductivos en Estados
Unidos. Con su activismo, perteneció a la Red Nacional de Derechos
Reproductivos (R2N2), fundada en 1978, en medio de un debate
nacional sobre el aborto, que se había intensificado desde la
aprobación de Roe v. Wade en 1973. Su accionar era patrocinar
protestas, foros y pronunciamientos. A partir de fines de la década
de 1980, también brindó acompañamiento clínico a las personas que
decidían abortar. En 1992, lanzó el Proyecto de Acceso al Aborto
(AAP), con la intención de capacitar a nuevos facilitadores y/o
proveedores del aborto, para, de ese modo, romper el estigma que
recaía sobre él.
En su camino, resalta la labor que realizan los movimientos de
América Latina: "La gente aquí ha conocido las habilidades y ha
estado usando durante los últimos 10 años los métodos latinos",
cuenta Susan, quien, a su vez, cita el trabajo específico de una
organización mexicana llamada Las Libres. Esta ONG de Guanajuato es
referencia en su país, ya que realizan acompañamientos a personas
gestantes que quieren abortar hace más de 21 años.
"Se le ha prestado más atención a América Latina. Hubo más esfuerzos
por parte de organizaciones como la nuestra (WHW) para propagar la
información. Pero no es algo nuevo, las personas han estado usando
estas píldoras por sí solas durante 40 años de manera segura y
efectiva", resalta Susan.
La decisión de la Corte Suprema de revocar el derecho constitucional
al aborto, garantizado desde 1973, no implicó que la práctica esté
prohibida en todo el país, sino que, ahora, cada estado, de forma
independiente, decide si una persona gestante tiene derecho a elegir
sobre su propio cuerpo o no. Después de la derogación, el 24 de
junio de 2022, los gobiernos más conservadores endurecieron las
leyes e incluso trataron de hacer más difícil que las mujeres
embarazadas vayan a otros lugares a abortar. Según el
Center For Reproductive Rightsla interrupción del embarazo sigue siendo permitida en 23 estados,
con limitaciones en algunos de ellos.
De acuerdo con datos del proyecto
We Count, de la Society of Family Planning, que recopila información sobre
el volumen de interrupciones del embarazo efectuadas luego de la
derogación de Roe vs. Wade, 79.620 abortos fueron realizados en
agosto de 2022, un número menor que en junio, fecha previa a la
revocación, cuando se registraron 87.010 (un 6,4% menos). La
cuestión es si estos números realmente bajaron o son la señal de que
el proceso pasó a la clandestinidad, con muchas personas gestantes
llevando a cabo un aborto de manera independiente.
Aún antes de la derogación, inducir un aborto sin supervisión médica
era una práctica que se solía dar principalmente en aquellas que
vivían a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México,
según especifica Jane. ¿Las razones? Verse imposibilitadas de
acceder al sistema de salud o, también, de viajar a lugares donde
puedan recibir el acompañamiento. Un
estudio, realizado en 2014-2015, concluyó que el 1,7 % de las mujeres de Texas había intentado
alguna vez interrumpir un embarazo por su cuenta.
En 2021, por la pandemia y el confinamiento, que hizo que creciera
el uso de la telemedicina, el FDA (Food and Drug Administration),
agencia que regula los medicamentos en Estados Unidos,
permitió la venta de mifepristona vía correo. Sin embargo, para comprarlo, era necesario contar con la
prescripción de un médico. Para aquel entonces,
ya eran 19 estadosprincipalmente en la región del Sur y el Medio Oeste, los que
prohibían las teleconsultas para el aborto.
En los primeros días de 2023, la FDA sacó
una nueva regla: la mifeprestona podrá ser adquirida en farmacias en los estados
que permiten el aborto bajo alguna circustancia. De todas formas,
sigue siendo necesario presentar una receta médica y, según
analistas, no todas las cadenas de farmacias van a querer hacer la
inversión certificándose para comercializarlo. "Mifeprex y su
genérico aprobado pueden ser dispensados en farmacias certificadas o
bajo la supervisión de un prescriptor certificado", aclara el
comunicado.
Las reglas para tomar misoprostol son fáciles de encontrar en
Internet. Sin embargo, organizaciones como Women Help Women son
necesarias para conectar a mujeres estadounidenses con consejeras
que proporcionen instrucciones fidedignas de cómo realizar el
procedimiento paso a paso, respondiendo preguntas en tiempo real.
Algo muy similar a lo que hace la organización argentina Socorristas
en Red (Feministas que Abortamos), de la cual Ruth Zurbriggen es
parte, y que está en el listado de instituciones pares de WHW.
Las consejeras de la organización están capacitadas por
profesionales de la salud para guiar a las personas gestantes en la
práctica de un aborto casero a través del uso de misoprostol. Vale
aclarar que este acompañamiento podría ser penalizable en estados
donde el aborto no está permitido. Susan dice que, incluso antes de
la decisión de la Corte Suprema, muchas personas no tenían acceso al
aborto en EE.UU: "En muchos estados solo había una clínica. El costo
mínimo era de 600 dólares para poder realizarse un aborto en el
primer trimestre, lo que estaba fuera del alcance para muchas
personas para las cuales el aborto no ha sido una realidad", evalúa
la activista.
Por ello, más allá del trabajo de asesoramiento, la organización de
la que hace parte Susan busca conectar a las mujeres que desean
interrumpir un embarazo, cuyo principal obstáculo es el pago, con
fondos privados
que ayudan a financiar el alto costo del procedimiento. En los
estados que permiten el aborto, existe también la posibilidad de
socilitar fondos a través de la obra social estatal,
Medicaid, un programa que tiene como objetivo proveer atención médica a
personas con bajos ingresos. Aún en aquellos lugares en donde la
interrupción del embarazo está restringida legalmente, es posible
hacer uso de ella en los casos exceptuados por la ley, generalmente
riesgo de muerte de la madre, incesto o violación, a través de la
llamada Hyde Amendment.
Jane ya conocía la experiencia: ahora se venían los calambres, la
pérdida como una gran menstruación. Parecía que todo había salido
bien.
Hasta que, una semana y media después, poco a poco, algunos de los
síntomas del embarazo volvieron. Sentía náuseas, cansancio y un
sueño fulminante, además de mucha hambre. Comenzó a sospechar que no
había logrado interrumpirlo.
En un momento de desesperación, volvió a coger el teléfono:
- Acabo de tener una pérdida muy grande y estaba embarazada. He
tenido pequeños sangrados por una semana, creo que puedo haber
sufrido un aborto espontáneo -, dijo, mintiendo, por teléfono a la
clínica de Planned Parenthood.
- ¿Por qué esperaste tanto para entrar en contacto? ¿Por qué
esperaste tanto para buscar ayuda? -, le regañaron del otro lado.
Ella respondió con silencio.
De camino a la clínica, se armó de argumentos. Se dio cuenta de que
su única alternativa era decirles que lloraba por la tristeza de
haber perdido a su "bebé". Sabía que su dolor, como persona, a nadie
le importaba, pero que en el papel de “madre que pierde a un hijo”,
pasaría a tener algo de valor: dejarían de condenarla y le
extenderían la mano.
Así fue. Le hicieron algunos análisis de sangre y sus niveles
hormonales indicaron que todavía estaba embarazada.
Una vez en la clínica, el procedimiento iba a realizarse. Sin
embargo, un percance lo retrasó: no se encontraba el técnico de
ultrasonido para concretar los estudios. El médico le sugirió que
acuerden, entre ambos, una fecha para que vuelva. Todavía estaba
sentada sobre la cama del centro de salud, cuando agarró su teléfono
celular y le envió un mensaje de texto al conocido de su amiga que
le había conseguido el misoprostol en primera instancia:
-Escúchame, ¡no funcionó! Voy a tener que volver a intentarlo.
¿Crees que podemos encontrar más misoprostol? -, preguntó Jane.
-No, sabes que me quedé sin… ¡perdón! ¡No te voy a poder ayudar esta
vez! -, respondió.
Aturdida por la situación, volvió a recurrir a sus conocidos para
obtener no solo misoprostol, sino también mifepristona. Lo logró
gracias a la comunidad de latinos que, como una red, lo hicieron
posible. Ese mismo día pasó a recoger las pastillas y, menos de 24
horas después de dejar la clínica, tomó ambos componentes.
Jane tuvo, entonces, un segundo intento de atender a su deseo de no
ser obligada a parir, de forma clandestina y solitaria. Era la
segunda vez que lo hacía en una semana y media.
Un proceso solitario
Jane prácticamente no tuvo tiempo para pensar en su salud o en su
estado físico en las dos semanas que estuvo tratando de darle fin a
su embarazo.
Ella sabía que esta experiencia iba a ser
muy diferente a su primer aborto, donde pudo enfocarse en sí misma.
Esta vez, tuvo que gestionar la clandestinidad de su decisión: cómo
acceder a la medicación sin hacer ruido, cómo tomarla de forma
correcta, cerciorarse de no dejar rastros que sean utilizados en su
contra como prueba, para el Estado, de un “crimen”.
"Yo
no tenía ninguna ansiedad o preocupación sobre lo que estaba pasando
con mi cuerpo o la medicación que estaba tomando. Toda la ansiedad
que tenía estaba sucediendo por esta experiencia criminalizante",
relata Jane.
Luego de hacer uso de las pastillas, sintió
terribles cólicos que continuaron por unas cuatro horas. Su cabeza
era un mar de preguntas: ¿Esto ya es normal? ¿En qué punto?
¿Necesito ir a la sala de emergencias? ¿Y quién me va a llevar a
urgencias? ¿Van a darse cuenta que aborté si se descubre algo? ¿Qué
puede hacer el Estado?
Sin embargo, el proceso había terminado: "Trabajé mucho para
comprender mejor qué es el aborto. En los años anteriores, había
contando mi historia abiertamente sobre haber tenido ese primer
aborto y lo que significó para mí y cómo no quería sentirme. No
quería que otras personas se sintieran solas", resalta.
¿Puede la Ola Verde llegar a Estados Unidos?
Hoy, las personas como Jane, Susan y tantas otras militantes del
derecho a decidir saben que es hora de hacer despertar en Estados
Unidos la marea que se formó en América Latina: la verde.
Hay destellos de lucha en el activismo estadounidense. Los
pañuelos fueron distribuidos por el Center for Reproductive Rights,
pero también fueron usados, adquiriendo visibilidad, por la
congresista Alexandria Ocasio Cortez cuando fue detenida junto a una
docena de legisladoras al cortar el paso en frente a la Corte Suprema
en protesta contra la derogación.
"Con pañuelos verdes
especialmente hechos con la leyenda "Won't Back Down", ellas marcharon
desde el Capitolio hasta la Corte, que ha estado cercada durante
semanas, poco después de la filtración del proyecto de decisión que
anuló Roe v. Wade", notició la cadena estadounidense CNN.
Pero no es solo el color el símbolo representativo. Lo que
falta todavía es construir un nuevo método de militancia: "La
experiencia de América Latina nos enseña que no se puede hablar de
aborto separado de todas las demás cosas que la gente necesita. Los
movimientos en América Latina se basan en un profundo compromiso con
la construcción de movimientos comunitarios", puntualiza Susan Yanow,
quien también actuó por más de 25 años como trabajadora social clínica
haciendo labores con sobrevivientes de violencia y abuso sexual. Para
ella, hoy el norte está en la militancia latina.
Quien
vivió en primera persona la construcción de espacios feministas
latinoamericanos es Ruth Zurbriggen, que, con su trabajo promoviendo
el acceso a la información sobre el aborto en Argentina, pero también
en conexión con las demás organizaciones alrededor del mundo,
pertenece a Socorristas en Red. Advierte que, todavía, no se animaría
a decir que en Estados Unidos hay una ola verde. Para ella, el
proceso, como un espejo de lo que ocurrió en su país, es largo.
Allí el debate sobre la legalización del aborto, que tomó
intensidad en el 2018 tras su aprobación por la Cámara de Diputados,
le dio el envión que el tema necesitaba para ir de las calles al más
resguardado de los reductos: la mesa familiar.
Susan
recuerda que fueron las brasileñas las mujeres que descubrieron el uso
del misoprostol como una medicación abortiva. “Fue en América Latina
en la década de 1980, cuando las mujeres descubrieron que el
misoprostol podía provocar un aborto. Sabemos que, hasta hace muy
poco, a lo largo de América Latina, se usaba para abortar de forma
segura por fuera de las clínicas. Estamos muy emocionades de ver los
cambios que se generaron en países como Argentina, Colombia y México.
Pero, ya sabes, antes de eso, el aborto estaba muy restringido en la
región", recuerda.
La conexión sur-norte se ha dado
también en el caso de Socorristas en Red, a través de investigaciones.
"Venimos trabajando desde hace años con organizaciones de Estados
Unidos vinculadas a pensar cómo producimos saber", dice Ruth, quien
explica que muchas de estas reflexiones plantean la necesidad de que
todo aborto tenga que pasar por el sistema de salud formal. "Eran
investigaciones destinadas a mostrar la seguridad del aborto con
medicamentos y los efectos que eso ha tenido dentro de las guías y
directrices, específicamente la última de la "
Organización Mundial de la Salud", comenta.
Lo que cambió con la decisión de la Corte
actual de Estados Unidos para Ruth es que hizo que un sector de
Estados Unidos mirara a América Latina con otros ojos. “En vernos como
aliadas, pero además como aliadas que tenemos algo para decir, para
enseñar, para transmitir", asegura. Y agrega: "No porque haya que
replicar lo que se hace en América Latina y el Caribe, sino porque hay
métodos de organización social que muestran cómo es posible trabajar
para reclamar el acceso al aborto legal y seguro, al paso de sortear
los obstáculos y permitir que se pueda interrumpir una gestación de
modo seguro".
La caída de Roe vs. Wade abre la oportunidad
de trabajar la desestigmatización del aborto y hacer uso del juego
político para consolidar una ley federal como la
Ley de Protección de la Salud de la Mujer
(WHPA, por sus siglas en inglés). La propuesta de ley es de 2013, y
crea una nueva protección legal para acceder al aborto, "libre de
restricciones médicamente innecesarias y períodos de espera forzados,
o un asesoramiento sesgado y prohibiciones previas a la viabilidad",
explica el texto en la página del Center for Reproductive Rights. Fue
aprobada en lo que fue la primera votación del Congreso, pero, en el
Senado, el proyecto de ley no obtuvo suficientes votos para superar el
filibusterismo. En enero de 2023, el Partido Demócrata
volvió a presentar
el proyecto como su primera acción oficial del Congreso 118º.
Según una encuesta de
Pew Research, hecha entre el 27 de junio y el 4 de julio del 2022, la semana que
siguió a la decisión de la Corte Suprema, el 62% de los
estadounidenses dice que el aborto debería ser legal en todos o en la
mayoría de los casos.
"Desde lo que podemos ver en las
encuestas y sondeos, la mayoría de la población en
Estados Unidos apoya el acceso. El desacuerdo reside en dónde está esa
línea de apoyo", aclara Jane, que, además de vivirlo en primera
persona, conoce de primera mano los números por su labor en We
Testify.
Según el
Center For Reproductives Rights, las personas más perjudicadas por las restricciones al aborto son
aquellas que ya enfrentan barreras discriminatorias para acceder a la
atención médica, entre ellos, negros, indígenas, personas de color,
mujeres, personas de bajos recursos, miembros de la comunidad LGBTQI+,
inmigrantes, jóvenes, quienes viven en comunidades rurales y personas
con discapacidad.
"Creo que es muy importante no solo
mirar el antes y el después, sino también quién se ha visto afectado,
¿no? Porque las personas con recursos, que viven en Nueva York o
California y Massachusetts, en realidad no se ven afectadas. Somos un
país con grandes desigualdades y la decisión que anuló Roe vs. Wade
las empeoró aún más", opina la representante de WHW.
Las
estadounidenses son conscientes de que Roe vs Wade era una protección,
pero no bastaba: no alcanzaba para todas.
"Las personas
tienen abortos por diferentes razones y todas merecen ser escuchadas",
concluye
Jane, atravesada por su experiencia, pero
también por las miles de voces que, como militante, supo acompañar y
visibilizar.